Dos hombres, una historia

Chelsea del Sol

24 abril, 2015

Cuando Alberto Korda fotografió al Che Guevara en 1960, tal vez no imaginó que se convertiría en una de las imágenes más reproducidas de la historia, y mucho menos suponer que 32 años después, un pintor se acercaría para convertirla en relieve escultórico.

“Korda se puso muy contento cuando le comenté el proyecto, se sorprendió bastante y me dio la impresión de que no lo creía, mucho menos cuando le dije la dimensión que iba a tener la obra…”

¿Cuál es el trance del Enrique Ávila pintor al escultor?

“Estudié artes plásticas pero trabajé un tiempo en la televisión cubana como diseñador escenográfico, lo que me dio la vía para hacer esculturas, porque la escenografía en televisión y en cine no es más que arquitectura de mentirita… Hice muchos planos, aprendí el manejo de las luces y lo apliqué a mi primera obra, que fue el Che casualmente, en el año 1985 en Holguín.

“Comencé diferente a lo que hacía todo el mundo, más allá del busto o la estatua, trabajando con el metal y las luces que me condujeron a todas mis obras, que están diseñadas para verlas mejor de noche.”

¿Cómo surge la idea del Che de la Plaza de la Revolución?

“Nace a partir de un concurso al cual me invitan junto a varios artistas, para hacer algo en la pared del Ministerio del Interior, donde antiguamente se ponían imágenes del Guerrillero Heroico pero, cuando llovía, se descarnaban o se desteñía la pintura, ocasionando que a veces pasaras por allí y le faltara un ojo o algún otro pedazo. Entonces, se toma la decisión de hacer algo definitivo, que no se deteriorara, y me aprueban el proyecto.

“Al inicio dio trabajo porque no aparecían los materiales apropiados y lo mismo usábamos chapas de 5, 8 o 10 milímetros que nos donaron algunas empresas, entre ellas Cometal”.

¿Cuál fue la parte más difícil?

“El proyecto. No tenía idea del material que usaría: hormigón, cerámica… sin embargo, un día me doy cuenta de que lo más sencillo en pintura es, precisamente, el dibujo, además de económico, y asocié esas líneas al carácter austero y la sencillez del Che, utilizando acero por ser firme, resistente y jugando con la personalidad de Guevara.

“El otro problema era que el peso de la obra no me permitía colgarla del edificio, alguien me decía que utilizara un material más liviano como el plástico pero, ¿te imaginas un Che de plástico?

“Tuve la suerte de contar con tres compañeros pinareños que habían colaborado conmigo en el monumento a los hermanos Saíz en Pinar del Río: Román, Alberto y Rafael, quienes tenían la experiencia de trabajar en obras grandes. Además, fue de gran ayuda el Taller de Desarrollo del MININT, donde la idea fue muy bien acogida y el director, Avelino, se convirtió en el cuarto mosquetero, porque hacía lo que hiciese falta en el momento.

“En esa época no había el desarrollo que hay ahora, yo tuve que poner las plantillas de cartón en el suelo y dibujarlo a escalas por cuadrículas, manualmente, pero el gran problema era que no había manera de elevarse para ver el parecido y ese fue un riesgo hasta el último momento.

“Tuve que dividirlo en 17 partes, porque solamente el ojo no cabe en una habitación y la estrella mide dos metros y medio… luego, llevarlo al tamaño real e izarlo fue otra complicación, por suerte había tenido la experiencia -con el monumento a los hermanos Saíz  de fijarlo con bisagras al suelo para que una grúa pudiera levantarlo sin moverlo de lugar.

“Además, hubo que darle un significado a las columnas, porque en un monumento de este tipo no debe faltar ni sobrar nada y, aunque son para descansar las 16 toneladas y que el peso no recargue el edificio, juego con la idea de que el Che era un constructor de ideas”.

¿Cuánto demoró esta monumental obra?

“Un año completo, incluyendo el proyecto. Las 17 piezas se trajeron para la Plaza de la Revolución un mes antes del 8 de octubre de 1993 y se armaron allí, pero me da gracia porque, quien pasó por el lugar a las siete de la mañana no vio nada en la pared, pero si volvió en la tarde se llevó una gran sorpresa porque ya estaba todo aquello montado.

“Le hice un diseño de luces que tuviera que ver con su personalidad, pero cuando estaba en la prueba, lo único que me dio aquella tonalidad naranja fueron unos bombillos incandescentes que gastaban mucho, al punto de que la escultura se encendía solo en fechas patrióticas señaladas, entre las cuales se olvidó el aniversario de la ciudad y Eusebio mandó una carta para que, por favor, lo incluyeran.

“La escultura hace como una lámpara y proyecta la luz sobre la pared, que a su vez la rebota hacia afuera, formando esa aureola de luz sobre la figura.

“Luego, se le incorporan a los bombillos dos sistemas de luces diferentes, uno donado por un empresario francés y otro por una empresa española, pero no se encendió todas las noches hasta que a raíz de hacer a Camilo, Cuba adquirió un sistema de luces LED de la Philips para ambas esculturas, aprovechando su bajo consumo de electricidad”.

Coméntenos sobre el Señor de la Vanguardia…

“Entregándome la Réplica del Machete de Máximo Gómez, al año de hacer el Che, Almeida me presenta a Raúl y este me plantea la idea de hacer a Camilo en el MINFAR, sin embargo, el equipo de trabajo llegó a la conclusión de que la pared no iba a aguantar el peso de la escultura, debido a los quiebrasoles y a un voladizo que tiene hacia delante, el cual no dejaría descansar las toneladas en el suelo. Valoramos la posibilidad de hacerlo en la Biblioteca, pero era muy chiquita y, además, se llama José Martí.

“En 2009 se reinicia la idea de hacer a Camilo, cuando al Comandante Ramiro Valdés se le ocurre la idea de hacer una pared delante del Ministerio de las Comunicaciones para descansar la obra y que tuviera cierta similitud con la del Che.

“Siempre se manejó la idea de que a Camilo había que hacerlo con las mismas características de Guevara, para que no hubiera una diferencia entre ellos porque ambos son líderes muy queridos por el pueblo… y a mí me da la impresión, cuando los veo juntos de noche, de que conversan.

“La pared mide 40m x 20m y fue diseñada por el arquitecto Juan Tosca Sotolongo junto a un equipo de arquitectos e ingenieros, pero fue difícil porque la fecha tope de la obra estaba próxima y coexistíamos todos en el mismo espacio… veía que se acababa el día, llegaba otro y seguía trabajando… aunque lo complejo fue esperar a que la pared estuviera hecha primero para poder montar la escultura.

Camilo es reconocido por su gran sonrisa y el sombrero alón… ¿por qué lo muestra serio?

“Camilo me trajo ese problema desde el punto de vista artístico, hice muchas pruebas pero, al ser el diseño solo con una línea, parecía más bien una mueca; entonces escogí para hacer los ojos una foto donde se está riendo y para la boca otra donde está serio pero, si lo miran bien, verán la sonrisa en sus ojos. Creo que ese es, en parte, el éxito de la escultura.

“Se dividió en 18 partes, por el sombrero, pero fue mucho más sencillo porque ya tenía la experiencia y los materiales. Camilo pesa 12 toneladas y el Che 16, porque se usaron planchas entre 4 y 5 milímetros.

“Para la frase del Che Hasta la victoria siempre, busqué su caligrafía original a sugerencia de un amigo y, de ahí para acá, a todos los monumentos les he aplicado esta técnica. En el caso de Camilo, tuve que sacar las letras una por una de diferentes cartas enviadas al Comandante, porque aunque Vas bien, Fidel es su frase más conocida, en realidad él no la escribió.

“Tengo diferentes obras en el país: los hermanos Martínez Tamayo, en La Habana; Carlos Manuel de Céspedes en Granma; Frank País y el Comandante Juan Almeida en Santiago de Cuba; Ignacio Agramonte en Camagüey; Arides Estévez en una escuela de las FAR… pero el Che y Camilo tienen una importancia particular, un valor agregado: estar ubicadas en la histórica Plaza de la Revolución, testigo de los grandes y dignos momentos de nuestra isla y a la cual iremos a marchar unidos el próximo 1ro de mayo.

REPERCUSION INTERNACIONAL

Ambas esculturas representan al pueblo de Cuba y es un honor para los capitalinos poder disfrutar cada día de su majestuosidad. Sin embargo, a la Plaza acuden anualmente miles de personas de diferentes países, solo para captar con sus lentes el conjunto escultórico, que tiene como colofón al Héroe Nacional justo en frente.

“Estas caras tienen algo mágico… el pensamiento por las causas justas sigue vigente, son figuras en las que lamentablemente muchos no creen, pero me parece que algún día serán capaces de ver en ellos al humano que puede formar un mundo mejor”, opina Louisa Schlind, estudiante alemana de intercambio en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.

“Este es un paseo tradicional y significa mucho para nosotros los latinos, porque él era un argentino sin fronteras que luchó para defender a los humildes. Queremos llevarnos unos recuerdos y sacarles fotos a los chivilinies para que el día de mañana recuerden no solo que estuvieron en el gran país que es Cuba, sino también con este gran luchador que defendió Latinoamérica”, comenta Eduardo Rivero, de Uruguay, quien le agradece a su hijo Mauro especialmente, pues reunió el dinero para enviar a su familia a Cuba, “yo le dije, ¿por qué no te compras un coche? Pero el insistió en que venir acá y visitar el monumento del Che era mucho más importante”, agrega.

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